Era una mañana como cualquier otra en la fábrica de tornillos Kolivortep S.A., Piet se encontraba concentrado al extremo perfilando la espiral de un tornillo de cuatro pulgadas y media.
Los sonidos de maquinarias pesadas, el ambiente asfixiante a metal incandescente, la penumbra, la grela y los olores no parecían afectar el trabajo extremadamente meticuloso de Piet.
- Sr. Malvini, a mi despacho ahora mismo! - sonó un altavoz cascado de betún de judea.
Piet terminó su trabajo con el tornillo, lo dejo en su cajita de 30 tornillos todos ordenados como si se tratase de fichas de domino, se quitó los anteojos con 8 aumentos, fue a mear y a los 15 minutos golpeó la puerta de su jefe, el mismo que había solicitado sin dilación su presencia.
- Vamos mal Señor Malvini, hace 45 minutos que lo espero, esto es un escándalo, ¿quiere que lo raje a patadas ahora mismo? - soltó Igor mientras le daba la espalda debido a que estaba mirando entre las persianas de oficina de su ventana, una ventana que daba a la pared.
Piet tomó asiento sin pedirlo, sabía que cuando un jefe hablaba se tenía que estar en una posición de altura inferior, una posición que permita la dominatrix y la sumisión.
- Hoy la máquina principal estaba enganchada, la desenganche para optimizar el funcionamiento, ahora caga 3 tornillos más en cada tanda de 22 minutos. - aportó Piet.
- Ahhh... eso esta muy bien Malvini ¡ganaremos más dinero! - dijo Igor que por un segundo se transformó en el Señor Cangrejo de la serie Bob Esponja y perdió su papel estelar de rancio mal parido.
- El asunto es que estos tornillos están mal, me han llamado diciendo que no enganchan bien, ¿se puede saber que ha pasado? - preguntó Igor una vez recuperada la postura de jefe hijo de puta.
- Tenía pensado trabajar el Sábado para compensar los 15 minutos que dedico a la comida, de esta manera podemos fabricar más y el coste hora/hombre se mantendría, reduciendo gastos - soltó Piet mientras con un pañuelo se limpiaba unas manchas de grasa que tenía en la mano derecha.
En ese momento y antes de que Igor pudiera decir algo sonó el teléfono cascabel con un sonido de antaño digno de una película de Janfrei Vogars.
- Si... si.... que macana... claro que sí... por supuesto... ahora lo resuelvo... te dije que ahora lo resuelvo... si... en cuanto pueda... claro... lo más rápido que pueda. - Dijo Igor en un tono complaciente y predispuesto que solamente era escuchado por Su esposa y alguna persona ocasional que se encontrara cuando parloteaba con ella, como era el caso de Piet.
- Yo no entiendo - dijo Igor volviendo al tono irritante de costumbre - estos choferes tienen un trabajo de lujo y se enferman. No lo entiendo... este hijo de puta lo único que tiene que hacer es llevar a mi mujer donde quiera para que no me rompa las bolas y me inventa un apendicitis. Yo no entiendo a ustedes realmente, son muy desagradecidos. Dónde voy a sacar un chofer ahora! Mi querida esposa tiene que hacer varias compras y no le gusta tomar taxi, le parece que eso es algo tan malo? - Igor giró 174 grados y lo miro fijamente a Piet que se encontraba mirando el piso.
- Señor, si me disculpa, yo puedo llevarla. Tengo registro... y no se preocupe porla producción. Hoy puedo quedarme por la noche y recuperar las horas...
Igor miraba a Piet lleno de intrigas, nunca un esclavo había sido tan competente y predispuesto. Seguro que esta muy necesitado - pensó. A pesar de lo conveniente que sonaba la propuesta, siendo fiel a su ambición e hijaputes, decidió sacar más provecho de la situación.
- Esto lo voy a apreciar mucho, pero lamentablemente no podré pagarle esas horas extras, y por más que esté haciendo un trabajo más calificado que el suyo, la paga será la misma que ahora. No quiero malas interpretaciones y que la relación entre nosotros termine por desmoronarse - refutó Igor como olvidándose de que el hombre sentado en su despacho le estaba resolviendo un problema.
- Lo entiendo Señor - fue lo último que dijo Piet. Luego de muchas indicaciones se encontraba en un laborgino Reni en busca de la mujer del patrón. En sólo unos minutos entendería que el bolsillo mata galán.
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