EL ENIGMA DEL ARLEQUIN


El cambio de tiempo me había producido un temor frío en el cuerpo. Tenía pensado retirarme a dormir pero recordé mi compromiso con Gino, un viejo amigo de la Universidad.

Eran las 21:32 hs clavadas cuando entre torbellinos me puse a buscar la entrada para el Teatro "La Partirisima Bella". Hacía meses que Gino me venía presionando para que lo acompañe a ver la obra de teatro de "Lo Arlequino Mentro Porti" y yo siempre le escabullía el bulto, no es que no me agrade la compañía de mi amigo, sino que tengo clara aversión por las obras de teatro. Quizás se deba a mi niñez y a la insistencia de mi padre a llevarme a funciones teatrales de barrio, el me decía "El teatro es la vida misma, tienes que vivir".



Volviendo al tema en cuestión, me puse mis mejores ropas (entre ellas mi amada chaqueta Tweed) y carabiné directo al teatro utilizando mi descapotable. La brisa fresca y húmeda que anticipaba un chaparrón no impidió que mi cabellera flotara arriba y abajo y de izquierda a derecha. En la radio sonaba la canción "Piaccere di amore" de Vitorio Marrasqui, un clásico de la época, una melodía que enamoraba al escucharla por primera vez.

En una de las tantas esquinas que tuve que sortear me encontré con algo sorprendente, una mujer en minifalda que me saludaba. Yo no soy marica por lo que acerqué mi bólido a la muchacha y la saludé. Ella se sobresaltó ante mi aparición y echó a correr desenfrenada en contra dirección por lo que no pude seguirla. Su ácido y frutal olor a perfume me caló en presión y sonreí al pensar que volvería a encontrármela. Pero no podía seguir perdiendo el tiempo con imaginaciones, tenía que ir a la dichosa función de teatro y llevaba 5 minutos de retraso!

Llegué un poco sudoriado con mi cabellera un poco más despeinada que la despeinada intencional. Gino no estaba y yo sabía muy bien que este cabrón no llegaba nunca tarde y que no soportaba entrar a la obra una vez que las luces se apagaran. Para mi mejor, no había cola que hacer. A oscuras encontré un asiento al lado de un Gino rígido que contemplaba un telón bajo que avecinaba una obra de tres actores y medio. Le palpé la espalada y a pesar de su enojo por mi llegada tardina una sonrisa se le escapó por la comisura de la boca. Lo había logrado el cabrón! Me había llevado adonde no quería ir. El telón comenzó a levantarse y Gino giró su cabeza sin importar el final de la anécdota que le estaba contando. No había comenzado la obra y la señora que estaba a mi lado ya le preguntaba a su marido que hacía el rey sentado en un tronco. Y lo peor es que el marido le susurraba vaya a saber que tan fuerte que lograba ser más molesto que si hablara normalmente. Una música dirigida por Antuan de Vival sonaba desde los rincones más recónditos del escenario. Y de a poco me atrapó, como quien no quiere la cosa me fui sumergiendo en la obra. Me involucré profundamente como si estuviera en el mismo escenario. Podía sentirla plenamente sin las dudas de la señora, sin los susurros del marido, sin la rigidez de Gino y sin la obligación de mi padre.

La obra era magistral por donde se la vea, toda la espectancia se vio recompensada con un aplauso cerrado in facto al aparecer en escena el famoso "arlequino". Punto aparte merece lo poco que pude averiguar del actor que encarna al personaje sonsacándole información a Gino. Aparentemente nadie sabe quien es en realidad el que viste el traje de arlequín, siempre aparece disfrazado como un árbol de navidad, cubriendo su cara con una máscara Veneciana que solo deja ver su mandibular. Dicen que se disfraza para entrar y salir del teatro logrando esquivar hábilmente a los Paparazzi.

Lo lúgubre y doré del teatro, las ropas oscuras de los personajes alternativos y nuestra vestimenta "elegant", hacían que el derroche de colores del "arlequino" parezca un desafío, un rebeldía o más bien un ultraje hereje. Arlequino se acercó al rey y le dijo "Pirdoni cuse mua, rei di tutti pronostiqui malefato, ¿dorei il priciore monesticatto de carmelo?", de más esta decir a esta altura que soy un Argentino que vive en Italia, por lo que quizás encuentren alguna que otra falta de ortografía en el relato.

La historia seguía a un ritmo que no dejaba lugar a dudas en la calidad de su guión y actores. Un jovencito vestido de amapola se arrimó al arlequín y comenzó a gemir de una forma tan descarada que acaloró a todos los que estábamos en el teatro. La mirada de Gino en ese momento lo decía todo, yo aproveché para tocarle la pierna con el claro propósito de hacerlo sentir más incomodo mientras la señora de al lado empujaba a su marido para que vea el incidente butaquero. En ese momento, la misma chica que me había saludado en la esquina cuando me dirigía al teatro, hacia incursión en la obra vestida de princesa.

Sua beleza despertuti in mia persona unos sentimentos encontratos in la profunta de mi sere.Desde ese momento la obra dejó de existir para mí. No pude sacarle los ojos de encima a esa mujer dueña de una de las esculturas más perfectas que hubiera hecho algún Dios artista en algún período remoto. Los aplausos del final eran realmente reconfortantes para los artistas que habían dejado en la escena su repertorio. Me levanté y sin dudarlo le dije a Gino que me esperara afuera que tenía que hacer algo de suma importancia. Sin esperar a que la pareja se levantara de sus sillas me dirigí al pasillo dando un pisotón a los mocasines brillantes de charol que lucía Ernesto Brigado, un respetado empresario dueño entre otras cosas de Civila automotores, una empresa que había comenzado años atrás con la escasa inversión de un trescientas libras italianas y la carrocería de un Melano. Salí a la calle apesadumbrado y con 10 chelines le compré a un niño desvencijado una ramo de una clarelas rosadas. Entré al teatro, pero esta vez por la puerta trasera. Mi destino era claro “il camaríno di la bella actrize”. Improvisé una peculiar nota y golpeé la puerta con mi puño hábil. Para mi sorpresa un olor ácido y frutal me envolvió como si fuera un sueño de fantástico de la niñez perdida. Aún vestida de princesa me miró intensa e intimidante mente. Con las palabras lejos de mi alcance atiné a estirar un ramo de flores que en ese momento me pareció poca casa. A pesar de mis temores ella sonrió amablemente y me mostró los dientes más bonitos y mejor arreglados que había visto en toda mi vida.Todo era un sueño. Parecía que ese segundo iba a durar una eternidad pero una sombra me despertó del letargo. Gracie! Fue lo último que escuche. El color de las flores y las luces blancas de su hermosa sonrisa se desvanecieron para dar lugar a la oscuridad y el temor. Miré a mi derecha y al fondo del negro pasillo un alerquino me miraba fríamente.

¿Comi trova presentare sua persona in cuesto esteblecimentti privatto a tutto paparazzi? me preguntó un alfiler que se encontraba detrás mio, me giré para mirarlo, pero tuve que angular mi cabeza hacia bajo para detectarlo y cuando volví mi cabeza hacia el lugar donde se encontraba el arlequino ya erá tarde, solo encontré un matafuegos colgado de la pared. ¿Habría sido imaginación mía? Estaba seguro de que existía una cruel relación de misterio entre la despedida de mi doncella, la visión del arlequino en el pasillo y el alfiler que tenía pegado a mi lado. Solo diré en lo que respecta a este enano grasiento, que su atuendo era bordó oscuro con un gorrito a lo moroco topo. Decidido a aclarar la confusión, me acerque a su pestilencia y le respondí claramente "io donare lo qui me sarppi di los huievines, mascarponne!". En ese momento el enano comprendió que estaba decidido a quedarme en infracción y que el no podría sacarme del lugar con su fuerza de corcho mojado.

Golpeé la puerta del camerino esperando inmediata respuesta, pero parecía como si al otro lado de la madera no existiera ser vivo alguno. Solo el enano sabía lo que estaba pasando es por esto que le pregunte "Petisui, ¿In cuale di la habitacionne donna caran il arlequino?" el sudor frío de la frente del enano se mezcló con su grasa y con un sincero pero miedoso estimulo de su mano apuntó al fondo del pasillo y me dijo "habitacionne 32 fondi" y acto seguido cuando al ver que me precipitaba sin más en busca de explicaciones el enano me agarró el brazo y me entregó un cuchillo diciéndome "por si al pacino".

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