- El amor nos vuelve tontos, Sr. - respondió Piet mientras se tomaba medio vaso de brebaje.
- JAJAJAJAJA Malvini, mi querido Malvini, a veces pienso que usted debería tener una vida mejor - soltó Igor que al darse cuenta de su flojera verbal producto del alcohol rectificó y soltó:
- Pero a ratoncitos como usted hay que tenerlos en un agujero sin queso, ¿me entiende?
Piet lo miró a los ojos, apuró el trago y se despidió de su jefe diciendo:
- Gracias por la invitación, mañana entraré un par de horas antes para recuperar las horas perdidas hoy.
Igor se quedó estupefacto, comenzó levemente a darse cuenta de que Piet no era un tarado de esos a los que castigaba en el trabajo, Piet era un tarado diferente, una personalidad que su cerebrito de jefe adoquinado no podía desmenuzar y eso lo ponía en evidencia, en latencia, en extrema exposición social.
- Recuerde lo que le he dicho Malvini, cuento con usted - le respondió mientras se encendía un cigarro "Fumet Pene" de ocho centímetros y bocaneaba humo sobre el agua.
De camino a su casa Piet no dejaba de pensar, pensamientos cruzados, la mujer del jefe, la solicitud del jefe, el dócil andar del Lamborgino Reni, el semen, el asesinato, la eyaculación sublime, la copita de Malvini, un tornillo mojado y mucho más!
Piet se sentía más seguro de si mismo, alocadamente seguro, el garche le hizo ver el mundo de una manera distinta, aún le latía la verga con el simple recuerdo de la mujer del jefe, de su escote, del ta-josé.
Al doblar la esquina enfilando para su departamento de cuarta se encontró con una visión digna de las sirenas que adormilaban a los marineros y lograban que éstos, enfervorecidos por el amor y la lujuria, se estrellasen contra los acantilados o tal vez fueran devorados por criaturas del mar jamás vistas ni descritas ni siquiera por Julio el Verne o Ricardo Darwin...
Una curva descendiente o ascendiente que invitaba a recorrer una tersa piel con la mirada y despertaba los deseos descubiertos por Piet ese mismo día. Un vestido que se abría en una V de vagina que dejaba al desnudo una eslpada suave como las crines del pequeño pony. Un pelo recogido y una actitud desesperada miraban a Piet que estaba más confundido que hace unos segundos.
Nunca imaginó ese día que no sólo iba a perder su virginidad sino que también estacionaría su vehículo en 2 cocheras diferentes.
La verdad es que no lo disfrutó. Para nada. Es más se arrepintió del acto en sí.
Lo hizo por calentura, y no sólo sexual. Es cierto que la cabeza del amigo ganóla pulseada a la hora de encamarse con la guapa mujer. Pero inconscientemente había otros motivos. Ella, la esposa de Igor, se acostaba con su patrono.
Y seguramente lo hacía con los distintos choferes. Lo que hacía era desquitarse por su promiscuidad, pero él era distinto. Piet ahora sentía culpa. Una vez liberado el chorro, se lamentó de lo hecho. La confusión se apoderaba de la mente, pero no era la misma confusión donde las preguntas revoloteaban por su mente repasando lo sucedido como citando los highlights de la historia. Esta era una confusión física.
Estaba mareado, veía borroso, le dolía la cabeza y tenía un cansancio mucho mayor del que puede tener cualquier mortal que ha tenido sexo (del sexo masculino, claro).
Se quedó dormido, soñando con el andar del Lambogino Reni por una ruta llena de árboles y flores. El sol le pegaba en la cara y estaba feliz de llevar a la mujer del jefe, pero de pronto unas nubes negras como Cirilo taparon el sol, y las flores ahora eran tornillos y al mirar por el espejo retrovidor vio la cara de Igor riéndose de él mientras bebía su Wiskey Escotch.
Despertose asustado en la habitación en la que había cometido una no infidelidad. Quería ver a la mujer, pero no estaba.
Estaba solo en ese cuarto desconocido, embobado.
Se levantó a buscar a la mujer y se encontró en el baño con lo último que hubiese deseado encontrar.
En ese momento se dio cuenta de que la mujer no lo había llevado a la cama. El que lo había llevado a la cama tenía nombre y Apellido. Igor Petrovilok.
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