UN CORAZON A PRUEBA DE BALAS - PARTE VI

No solo a usted, simpático lector, le ha sido complicada la comprensión del último párrafo, Piet estaba confundido al igual que nosotros que tenemos que continuar...
Un tornillo manchado, una pistola, una bala y una carta que decía "ya sabes lo que tenés que hacer ratoncito".
Lo verdaderamente intrigante de todo esto era que Piet no recordaba exactamente lo sucedido pero sabía muy bien que ese mensaje de su jefe inquietaba...
¿Qué hacía en un lugar así? ¿porqué la carta? ¿quien era la mina que se garchó? ¿se la garchó? ¿se lo habría imaginado todo? ¿fue culpa de la copita de Malvini? ¿qué era más rápido, un Lamborgino Reni o un Porche Guevara?
Matizo, embulsionó y se asentó. Decidió que lo mejor era hacer caso omiso del mensaje, recolecto la nota y el tornillo y se dejo la pistola y la bala.
Piet comprobó la hora y vió que si no se apuraba llegaría tarde al trabajo. Decidió tomar un taxi para no desperdiciar minutos de trabajo y arribó a la puerta de la fabrica a la hora señalada.
Algo no estaba del todo bien, la puerta de la fábrica estaba abierta lo cual no era normal. Piet se armó de valor y entró como si nada. Todo estaba oscuro, intentó encender las luces pero las mismas no respondían al clin clan del interruptor, decidió ir a los plomos y detectó el fallo, ¡estaban sueltos!
Reconectó fusibles y una tenue luz de lámparas de 40 watts iluminó una escena Dantesca, de las de el infierno de Dante.
La mina, la mujer, esa que creía que se había garchado o se había garchado (vaya uno a saber ya) estaba empotrada dentro de la máquina de tornillos, casi descuartizada y perforada por más de mil tornillos en serie. Los mismos tornillos que Piet día a día ordenaba y delineaba como delineó la cintura de la mujer de Igor.
Piet no salía de su "thriller", pese a ello hizo lo que no hubiéramos hecho jamás, se encamino a mirar más de cerca y notó que en la cien de la muchacha existía un agujero, la conferencia, circunvalación y dimensión del agujero le recordó algo... metió sus manos en el bolsillo y vio que el tornillo que se había llevado encajaba perfectamente en la cien de la chica y que la mugre no era tal, la mugre grelosa era sangre seca.
- Huy Malvini, me parece que está metido en un buen kilombo - le dijo Igor mientras ponía cara de situación y de buenachón imperdible.

- No se preocupe, señor. Ahora voy al taller y me pongo al día con los tornillos.
De todas las respuestas que Igor no esperaba, esta fue la que lo dejó más estupefacto. De facto, se puso nervioso como hacía rato no se ponía.
Su plan estaba tomando un giro totalmente inesperado. Era paradójico el tema.
Pensó que tendría a ese hombre trabajando para él y lo tenía, pero no en el trabajo que el creía...
En ese momento golpearon la puerta de la fábrica, era la policía.
- Pero... - dijo Igor preocupado.
- Han llegado los encargados de hacer justicia. Voy a seguir con los tornillos. No hay que descuidar el negocio.
Igor no caía en sí. La extorisón y el miedo que esperaba estaban dando un vuelco inesperado. La cara de Piet, inexpresiva como siempre.
Se dio la vuelta y dijo - acá dejo las pruebas - apoyó en la mesa el tornillo, la pistola, la bala, la nota. Luego se fue a trabajar.
Igor iba a preguntar que mierda estaba haciendo cuando los oficiales de turno se hicieron presentes con su presencia.

La situación era grave. Había 4 polizontes. Dos de ellos se acercaron a Piet, lo esposaron y se lo llevaron. Igor veía como se lo llevaban y aprovechó a gritar:
- Espero que le den perpetua, ya me había robado materiales éste. Nunca pensé que haría algo así!!
De pronto, cuando estaba por respirar por la repentina salvatina los dos oficiales que quedaban se le acercaron y lo esposaron. Se quejó como loco, pero no hubo caso.
Le explicaron que había un homicidio y que debían llevarlo para interrogarlo.
Un nuevo sentimiento surgía en Igor. No estaba acostumbrado a que no lo obedezcan.
El era quien daba las órdenes y a quien se le hacía caso omiso. La impotencia era más dolorosa para él que para cualquiera.
- Esto es un error, emancipado y todo - soltó Igor a uno de los yutas feos.
- Cállese la boca que ahora mandamos nosotros - le respondió el Cabo Petrocheli.
- No me hable en ese tonito, que no gana ni para pagarme el desayuno, salame de milan!
- comentó Igor que notaba sus manos demasiado apretujadas por las esposas.
Petrocheli no lo pensó y golpeó con un el puño cerrado la nuca de Igor, luego dijo:
- Calláte ruso de mierda, nos vamos a hacer una ensalada con vos.

La sorpresa fue mayúscula al ver que los coches de policia eran unos sendos Ford Harrison de color moca con las luces de policía abotonadas al techo.
- Son de la secreta? eh? los voy a denunciar, van a cagar fuego! - embrabuconéo Igor mientras una gotita de meo le mojaba el calzoncillo...
Petrocheli se enfadó, estaba a punto de estrellar la cabeza de Igor contra la puerta del coche cuando Piet dijo:
- Pégueme a mi, mi jefe esta nervioso, no se lo merece, es una persona magnífica.
Petrocheli se quedó mirando a Piet, luego observo el pánico en la cara de Igor y lo empujó fuertemente a la parte trasera del coche, haciendo un pequeño daño relativo en Igor que manchó un poquito de caqui el calzoncillo...
- Tenes huevos o sos boludo, me da igual, no me pagan por eso - sanjó Petrocheli.

Las dos extrañas patrullas se retiraron del lugar dejando el cuerpo de la mujer en la fábrica.
Dos yutas y Piet en una patrulla, dos yutas e Igor en la otra y un destino que estaba por escribirse
en páginas amarillas por el desuso.
Igor se quedó mirando la puerta y luego sintió un escosor de temor al darse cuenta de que no era normal la situación, si realmente fuera la poli no dejarían la escena del crimen, como aún era temprano nadie los había visto y las sirenas de los patrulleros estaban apagadas.
¿Dónde estaban el juez, las ambulancias, los bomberos, los chismosos, Crónica y Copanni?
El punto climax de tensión fue cuando Petrocheli se quitó la gorra, desabotonó la sirena del techo y puso un cassette con la canción "Amicos para siempre" de Ariel Choi.
"La canción que le gusta a la puta de mi mujer... estoy jodido" pensó Igor.

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